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lunes, diciembre 08, 2008

CAZADADORES

Agazapado tras un árbol, el sombrero de explorador le daba cierto aire a Clark Gable en Mogambo, el cazador esperaba que una pieza pasara al fin ante sus ojos para disparar.
Tras otro árbol, su amigo, con un sombrero que tendía más al Fedora de Indiana Jones y que por tanto era un poco extraño en aquel lugar, esperaba también a esa pieza deseada que cobrarse.
El cazador de Mogambo, corazón de hielo, disparaba a cada pieza que pasaba. Y no siempre acertaba, pero tantas y tantas se llevaba a casa que era considerado el gran cazador de hielo, el gran cazador del lugar, el que al final, se llevaba a casa las piezas.
El cazador del Fedora, veía pasar las piezas y pensaba. Pensaba que tal vez no era la pieza correcta, que dónde iba él con aquella pieza, que esa sí, pero que fallaría el tiro y al final volvía a casa sin pieza y con las mismas balas. Balas que tal vez luego gastaba tirando al blanco en casa.
La diferencia entre ambos no era sólo el triunfo, ni la fe en el triunfo, ni la confianza, era, sobre todo, el pensamiento: bien y mal. Moral y autoestima al fin y al cabo.
Sentados o apoyados en la barra del bar, mirando las piezas, los dos amigos, uno disparaba y mataba (y parecía incluso que las piezas se ponían a su alcance de un modo voluntario), el otro, pensando en cómo mataría o en que no debería disparar o en otras cosas, volvía una vez más solo a casa.


Clark Gable, cazador, en Mogambo.

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