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miércoles, febrero 25, 2009

LAS VIDAS DE RUBÉN BRAVO, tres

De todas las vidas de Rubén Bravo la más suya era la que vivía interpuesta. La que leía, la que veía, representada en una pantalla.
Era su vida pequeña, su vida de poco tiempo al día, su vida más redonda y perfecta y absorbente, su vida querida de siempre que no quería dejar, ni dejaba.
Era la vida que estaba hecha de otras vidas, vidas contadas, vidas escritas, vidas de personajes únicos o comunes, vidas que le recordaban a la suya o que no lo hacían, vidas que eran como las de todos y distintas.
Vidas en las que podía matar y morir y descubrir al asesino y ser un héroe, al fin, y ser un villano, sin quererlo, y sin bueno y malo, y amado y amante, y despechado y olvidadizo y borracho y sobrio, y cuerdo y un poco, sólo un poco loco.
En esas vidas que leía o que veía en la pantalla Rubén se dejaba ir. A veces le acompañaban los suyos, y tú eras la amada, y él era el amigo del héroe y el otro era el malvado conde que intenta arrebatar la corona al legítimo y único rey verdadero.
Pero además podía ser Gregory Peck o Cary Grant o Indiana Jones o Sherlock o el doctor cojo y malhumorado que querría ser en realidad.
Era su vida más suya, precisamente la que no era suya, la que suplantaba en cierta forma, la que vivía sin ninguna duda.

Leyendo

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