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martes, marzo 31, 2009

THE POPE WILL NEVER WALK ALONE!

Tal y como le pasa al Liverpool, el Papa nunca caminará sólo. Porque le acaba de salir un apoyo (entre otros miles) en nuestro país representado por la figura de Dª. Arantza Quiroga, vicesecretaria general del PP vasco.

Y es que aquí la chica, a sus 35 años, en declaraciones el día de ayer al diario "El País", suelta: "Estoy de acuerdo con el Papa. El preservativo no es la solución. [...]. Yo nunca utilizaría el preservativo". Y ante semejante comentario, se nos ocurren varias preguntas:

a) Si no es la solución, maja, ¿Cual sí lo es? ¿La abstinencia? Porque la marcha atrás para prevenir enfermedades de transmisión sexual, pues...

b) Nunca utilizarías la goma, y si ya tienes 4 hijos y sigues los preceptos cristianos (que bien que declaras ser afín al Opus), entonces ¿Cuántas veces has echado un polvo en tu vida? Porque si se moja únicamente con la intención de procrear, contando una docena de intentos fallidos por niño, pues me sale a... 4x7=28 y dos de regalo, 30.

c) Suponiendo que pases de esta idea bíblica y solamente te quedes con lo que te interesa de la misma, ¿Qué recomiendas para nuestros amigos africanos? ¿El método Ogino-Knaus, el de Billings o el de la temperatura basal?

En fin...

¡Por la blanca paloma!

lunes, marzo 30, 2009

RECITAL DE POESÍA: JAVIER DAS

Hoy mismo tenemos a Javier Das recitando a las 19:30 en la Biblioteca Regional Joaquín Leguina, nuevamente gracias a la Red de Arte Joven. Para todos aquellos que queráis asistir, la dirección de la mencionada biblioteca es: Calle Ramírez de Prado, 3; Metro Delicias (L3) y Méndez Álvaro (L6); Trenes de Cercanías: Delicias (Líneas C-5, C-7b y C-10); Autobuses: 8 y 102. Vamos, ¡Qué nadie puede decir que no sabía como llegar!

Y otra cosita más: En el recital se dará de merendar, cortesía de Javier, por lo que ahora ya si que no hay excusas ¡Toda la tropa a ver a Das!

El jilguero también merienda

domingo, marzo 29, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, siete

Su corazón latía deprisa. Estaba nervioso. Y excitado. La muerte le había dado ganas de vivir. Encima de su amante, penetrando a su amante, revivía la imagen de los coches a punto de chocar, de los coches milagrosamente pasando, cruzándose, ilesos. No se concentraba. Y aceleraba el ritmo, con rabia. Debajo ella gemía, no sabía por qué, pero hoy el sexo era mejor. Por un momento al conductor se le aparecieron los cadáveres fríos de los otros conductores. Sus corazones parados. Sus corazones acabados y fríos, inútiles.
Trabajar en una inmobiliaria era aburrido. El papeleo. La venta. El palique continúo. Aguantar historias de la gente. La parte buena era poder mentir. Inventar historias y gentes e introducirlas en la realidad para conseguir que los clientes picaran. Le gustaba mentir, la sensación placentera de cuando le creían.
Mentir a su chica no le gustaba, se sentía culpable. Y lo hacía muy mal. Pero ella no se daba cuenta. Podía mentir a todo el mundo, incluso a su madre, pero a su chica no, a ella no. La miraba a los ojos tratando de decirla, no, no es cierto, ya no te quiero, pero no podía, la quería, claro que la quería. Y aunque quisiera dejarla por eso mismo, porque la quería, no podía, no era capaz de mentirla.
Su corazón no era el mismo desde que estaba con ella. Lo sabía, lo intuía. Algo no iba bien dentro de él. Estaba muy contento cuando estaba con ella. Pero el resto de horas le estorbaban. Pasaban lentas. Ansiosas. Y el corazón le latía rápido, diciéndole al resto del cuerpo que fuera rápido, que la buscara y la poseyera.
Y le hacía olvidar su trabajo y sus mentiras, su corazón le hacía perder cosas amadas, cambiándolas por la más amada de todas. Pero no podía ser así, tenía que dejarla, mentirla, o decirle la verdad. Te quiero tanto que no puedo estar a tu lado, contigo, que la única forma de que no me duela, de poder vivir es dejarte y seguirte queriendo de lejos, mientras quieres a otro, mientras finjo con otra.
Y esa verdad, porque era la verdad, lo que sabía que debía hacer para poder seguir viviendo su vida placentera, sonaba mucho más falsa que todas las mentiras que inventaba al día, que el resto de mentiras que les contaba a su jefe, a su madre, a la secretaria, guapa, inmensamente guapa, del despacho. La guapa secretaria a la que sus mentiras estuvieron a punto de hacerla caer en su cama.
Decidió mentirla. O improvisar cuando la tuviera cerca. Decidió tomar una decisión, hacer algo, solucionarlo o romperlo del todo, algo se le ocurriría, algo pasaría. Algo. Algo.
La amante del conductor, del camionero, casi corría por la calle. Llegaba tarde a su cita. Aquel hombre con el que se acostaba por razones que no recordaba, y por compensaciones materiales, la había entretenido mucho y ahora tenía que correr, que darse prisa porque el otro hombre, el hombre al que quería, se cansaría de esperar de un momento a otro.

Se alquila, se vende, se compra, se miente

sábado, marzo 28, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, seis

Al llegar a casa las iba apuntando, como un escolar hacendoso, en un cuaderno de cuadros. No sabía por qué, a qué se debía esa afición extraña y estúpida de consignar cada hecho. No tenía nada de literario, era más bien literal. Tenía docenas de cuadernos que a veces por las noches abría y leía recordando el pasado, contándose historias a sí mismo como si no las conociera.
El profesor de literatura, era eso entre otras cosas, hacía cursos de psicología. No los hacía para mejorar sus capacidades interpretativas de los textos, ni para entender mejor la realidad (a eso sabía que no podía llegar). Los hacía por un afán de conocer que siempre había llevado dentro. Quería saber cómo era el resorte de cada cosa. Por eso mismo desmontaba todos los cachivaches que encontraba.
Trataba después de volver a montarlos siguiendo el orden de muelles, tornillitos, espirales, tapas o lo que fuera. Tenía mucha práctica y ya le salía fácilmente. Desmontaba y volvía a montar. Con una maestría que aquel que le viera no podría dejar de aplaudir.
Aún así, a ese gusto por saber por conocer, sabía que había cosas que no podría nunca saber. Y eso le gustaba, le parecía bien no entender muchas cosas, que aún quedaran misterios. En parte porque es bueno que haya cosas que no se sepan, en parte porque siempre quedaría algo por saber.
No sabía nada de anatomía, por ejemplo. Le fascinaban los movimientos internos e involuntarios del cuerpo. Los impulsos eléctricos del cerebro. O los latidos del corazón. A cuatro tiempos. Sístole por un lado. Diástole por el otro. Sístole por el lado contrario. Diástole final. El corazón, un músculo pequeño, mínimo, que manejaba todo el cuerpo, la circulación de la sangre, la vida.
Y que, como representación, como símbolo, representaba algo más. La vida íntima de las personas. Sus pasiones. Sus secretos también. Las aceleraciones y desaceleraciones del corazón. Cómo iba rápido en un momento y lento en otro sin motivo aparente para el cuerpo que seguro se preguntaba qué pasaba.
Y lo que pasaba era tonto, era simple. Al otro lado había alguien. Y el corazón, un músculo simple y pequeño, tenía por eso más trabajo que el de costumbre. Latía más. Más deprisa. Sin fin. Sin que ese exceso de sangre sirviera realmente para algo.
El coche del profesor iba a adelantar al camión. La carretera era buena. No venía nadie. A mitad del adelantamiento apareció un coche enfrente. Me da tiempo. Me da tiempo. Pero quedaba la misma cantidad de camión y el coche estaba cada vez más cerca. Pensó en el accidente, en el final. No tenía miedo. Estaba frío. No sentía nada.
Pero el coche milagrosamente pasó a su lado. Tres coches en dos pequeños carriles. Uno de ellos un camión. Era un milagro. El conductor del coche siguiente, el que le adelantó después, un coche de empresa, una inmobiliaria, le dijo con la mano, vaya suerte, para habernos matado.
El conductor del camión olvidó rápido lo ocurrido. Habían estado a punto de morir los tres por culpa del torpe del adelantamiento, pero habían salido de esa. No sabían cómo. Llamó a su mujer y la dijo que la quería. Llamó a su amante y le dijo que estaría con ella en una hora. Su corazón latía deprisa. Estaba nervioso. Y excitado. La muerte le había dado ganas de vivir.


Resortes, piezas, muelles, entendimiento

viernes, marzo 27, 2009

GIN TONICS

Los GINTONICS
(Amable Rodríguez: guit., voz. Santiago del Amo: bajo. Ángel Rodríguez: batería)
Viernes 27 marzo. 23:00 hrs.
CASINO ROCK BAR (Pza. España, 14. Esquivias - Toledo)

jueves, marzo 26, 2009

VALENTINOS

Desde Valencia nos llega la actualización del blog "Valentinos", perteneciente a un gran tipo, conocedor del Creatura y sus gentes, y participante en una de las ediciones del "Poesía en los bares": D. Viktor Gómez.

Según nos cuenta Viktor: "Querida gente, os presento la nueva página desde la que compartir poemas, pensamientos y otros textos de la muy heterodoxa, sustancial y re-leíble biblioteca mundial de poetas y agitadores culturales.

Pretendo ofrecer un espacio más navegable y con mejor visualización. Agradeceré sugerencias o críticas constructivas. En breve aparecerán como en el anterior blog las páginas con sus actualizaciones de los compas ciberpoetas.

A la anterior bitácora de blogspot le sustituye esta:

Y los que me tengáis enlazado con la antigua dirección, pediros por favor sustituyais por la nueva. gracias. Un abrazo grande, Víktor Gómez."

Pues nada, chicos y chicas, nosotros lo actualizamos ahora mismo y vamos de cabeza a dejarle un "comment".

Nuestro amigo Viktor.

miércoles, marzo 25, 2009

¡EXTORSIÓN!

¡Hola, creaturos! Después de un par de posts pro-cristianismo, hoy vamos a tratar el caso del comisario Luis Gómez González, quien ha sido detenido por una presunta participación en una red de ¿Chantajes?, ¿Amiguismo?, ¿Intereses comunes?... a unos prostíbulos catalanes (el Riviera y el Saratoga ¿Alguien los conoce?).

Y es que aquí el colega, podría haber tenido "algo" que ver en el cobro de sobornos a los propietarios de los prostíbulos, a cambio de percibir ciertas sumas de dinero para permitir su actividad y no actuar contra ellos a sabiendas de que en su interior ejercían la prostitución mujeres que se encontraban en España en situación irregular. Vamos, lo que se ha llamado toda la vida "extorsionar a la banda".

Hasta que no haya sentencia, obviamente no podemos tildar de culpable a D. Luis Gómez González. Tan sólo esperar que la justicia esté acertada en su veredicto, y que tramas de este tipo se destapen lo antes posible, ya sea en la construcción, ayuntamientos o, como es el caso, puticlubs ¡Si es que anda que no hay golfos viviendo del trabajo de otros (y encima, a todo lujo)! Ah, y los Mossos mientras, hostiando a periodistas y estudiantes...


¿Será también Cofrade Mayor de alguna Hermandad?

martes, marzo 24, 2009

(DON'T) USE CONDOM

Continuando con la conversación que mantenía este domingo con mis amigos, Kebran y Rober, este último manifestaba su enorme repulsa hacia la actitud eclesiástica y, concretamente, la del Papa Benedicto XVI, respecto a sus papales declaraciones respecto al uso del preservativo.

Y es que este tipo de manifestaciones (como bien decía Rober), deberían estar tipificadas como delito. A quién se le ocurre, en un continente como el africano, con sus altísimos niveles de SIDA entre la población, el proclamar que los condones te llevan de cabeza al infierno.

Podemos admitir que todo tiene su base en la idea cristiana de fornicar únicamente para procrear, pero vamos, se tiene que estar to fumao para pensar que las cosas van a ir tal que así. Lo que debe hacer la Iglesia es aceptar la realidad y entender que a la tropa nos gusta echar un polvo. Y cuantos más, mejor, claro está.

Y así, partiendo de esta base, dejarse de preceptos absurdos y velar por el bien de la humanidad, y, si en este caso, es admitiendo la necesidad del uso del preservativo para evitar la transmisión de enfermedades, ¡Pues haganlo, coño! Pero en fin, parece ser que prefieren tener más almas en el cielo que en la tierra, ¿No creéis?


¡Si es que al final va a resultar que sí es Palpatine!

lunes, marzo 23, 2009

SEMANA SANTA CONTRA EL ABORTO

Hablaba ayer con el Kebran y Rober, un amigo común, sobre la gracia que me había hecho ver en televisión a la "crème de la crème" de las cofradías de Sevilla, haciendo público un comunicado sobre que si el aborto es muy malo; los del PSOE, demonios; y que si se tiene que llevar un lazo blanco en la caperuza, pues se lleva en estos próximos días de oficio cristiano.

Y a mi, la verdad, me la trae floja. Que hagan lo que quieran pero que no den el coñazo, ¡Por Dios! Es que hay que joderse lo pesada que es esta gente ¿Les llegan los del Islam y les dicen que no hay que comer cerdo? ¿Qué lo de la cervecita y la tapita 5 jotas está mal, pero que muy mal? Pues seguro que no, así que a ver si dejan de dar el tostón y entienden que cada uno, con su vida, hace lo que quiere.

Mención aparte se merece la foto de grupo de los representantes de cada cofradía y hermandad. Lo más granado de la sociedad hispalense y, a riesgo de equivocarme, un maravilloso elenco de chulop&%"s, zarpe+*s, marico$%& y puter0$.

¡Otro que tal baila!

domingo, marzo 22, 2009

TODO AQUELLO QUE JAMÁS SERÉ

Entrenador del Atleti. Novio ideal. Amante esposo. Dilecto amigo. Padre respetado. Reputado escritor. Eximio investigador. Concentrado pensador. Abierto hombre. Don Juan. Cantautor de renombre. Bandera del madridismo.
Capitán de barco. Teniente coronel. Medallista olímpico. Guitarrista flamenco. Cantaor flamenco. Bailaor flamenco. Yerno distinguido. Hijo perfecto. Cabeza de partido. Eminente doctor. Productor asociado. Guionista de los Simpson.
Amante de los perros. Amante de los animales. Amante de las verduras. Amante de aquella mujer. Gran amante. Querido amante. Amado mío.
Hombre de mundo. Cabeza distinguida. Cerebro fugado. Actor de renombre. Óscar de Hollywood. Fernando Torres. Macho Alfa. Vagón de tercera. Profe de mates. Excelentísimo alcalde.
Su majestad. Rey Melchor. Papá Noel. Judas Iscariote. Vendedor del Corte Inglés. Besador de ingles. Depilador brasileño. Sambero mayor. Fallero menor. Javier Marías. Marido tuyo. Marido de Alicia. Marido de Maria.
Gran depredador. Tiburón de las finanzas. Empresario de éxito. Rumboso de por sí. Rumbero, rumbero. Bailarín del Bolsoi. Sergei Prokofiev. Romeo o Julieta. Mujer.
Delantero de la selección. Periodista deportivo. Complemento directo. Director de banco. Cirujano mayor. Confesor de la corte. Siempre original. Moderno sin cortapisas. Bombero del atardecer. Hombre rana.
Cocinero Michelin. Adinerado empresario. Domador de leones. Presentador de fines de semana. Autor teatral. Poeta amoroso. Premio Cervantes. De la Real Academia. Doctor en Medicina. Gregory House.
Base del Estudiantes. Rafa Nadal. Indiana Jones. Han Solo. Jack Bauer. Arquitecto de fama. Ay omá que rico. El mejor. Bajista de los Pretenders. Mecánico de estilográficas. Cofrade mayor. Insigne andaluz. Hijo predilecto.
Colegiala linda colegiala. Premio nobel. La yema de los dedos de Warren Beatty. Expedicionario en las Indias. Soldado raso. Cabo furriel. Mi general. Guapo oficial. Soltero de oro. Lord inglés. Reina de la pista.
Amante sarnoso. Groucho Marx. Marxista leninista. Mecánico de Renault. Paco González. Homer Simpson. El Doctor Mumford. José Eulogio (Gárate, por supuesto). Simpático siempre. Más mono. Rubio platino. Casanova español. Amado por todos. Amado por ti. Entrenador del Atleti.
Carlos Goñi

sábado, marzo 21, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, cuatro

La idea de no ir a casa le pareció mejor. Se paró en una cafetería a hacer tiempo. Levaba un bolso con la ropa de trabajo. Quería fumar pero no se lo permitió. Había que dejarlo y la única forma de hacerlo era haciéndolo. Miró a su alrededor. Nada interesante. Se puso a pensar. Hizo tiempo. Mucho tiempo.
En casa la compañera de piso lloraba a ratos y a ratos no. Quería odiarle pero aún no podía. El corazón no se lo permitía. No le permitía odiar. No odiaba a nadie. O a casi nadie. O eso creía. Cada vez que pensaba eso se preguntaba también si ya que no era capaz de odiar tampoco sería capaz de amar.
Recordaba, o creía recordar, haber amado a varios hombres. Hombres con los que había llegado a cosas y hombres a los que no pudo nunca acceder. Hombres que la habían amado, o eso parecía, y hombres que sólo la había utilizado o conquistado como se conquista una plaza fuerte, a sangre y fuego.
Pero no estaba segura de si eso era amar. De si era o no capaz de amar. Su corazón latía. La mano en su pecho se lo decía. Pero no sabía si latía cómo debía. Había sentido muchas veces un vuelco cuando se encontraba con un hombre amado. Y respiración agitada. Y sudor de manos. Y buscar palabras y argumentos y situaciones válidas para conseguir a ese hombre.
No sabía a ciencia cierta si eso era amor o no. Pero al menos tenía un corazón que sabía latir a distintos ritmos. Su capacidad de llanto menguó. Ya no estaba triste. O no tan triste. Pasaría todo. Tardaría mucho tiempo aún. Pero pasaría. Una sonrisa se dibujó en su cara al fin.
Notó la alegría en el corazón. Su padre le hubiera dicho que el corazón es sólo una representación, que el corazón no siente alegría ni pena ni nada, que los sentimientos son más complejos y están generados en la psique por fenómenos internos o externos. Pero su padre era un profesor aficionado a la psicología
Llamó a su compañera de piso. Le dijo que iría a buscarla al bar, que quería tomarse algo, ver la calle, arreglarse un poco. Un poco cansada la compañera le dijo que esperaría. Había encontrado una manera divertida de pasar el rato, mirar a la gente e imaginarles historias.
El camarero no imaginaba historias. Todas se las contaban a él. Sabía qué pasaba en cada casa. Nunca pensó que esa cosa que se decía de los camareros fuera cierta. Pero lo era. Le contaban su vida. Y él escuchaba, ávido de historias, todo lo que le contaban. Y al llegar a casa las iba apuntando, con letra de escolar hacendoso, en unos cuadernos de cuadros.


Dentro del bar

viernes, marzo 20, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, tres

La cama de un desconocido no es un lugar en el que quisiera estar mucho tiempo. Por eso siempre que se despertaba en la cama de un desconocido, después de orientarse y comprobar su memoria: quién, cómo, cuándo, dónde, trataba rápidamente de vestirse y marcharse.
Cuando él despertó no encontró nada de ella. Sólo los restos de la ducha. Ni una nota. Ni un beso de despedida. Lo prefería. No recordaba mucho de ella. Ni cómo se llamaba. Ni su número de teléfono. Ni nada. Su mujer llegaría pronto. Tenía que recoger la casa.
Recogió el anillo del cajón y se lo puso en el dedo corazón. Ya estaba preparado para que ella viniera. Podía recibirla sin sobresaltos. Al poner el anillo sintió su pulso en el dedo. Su corazón latía fuerte. Él estaba fuerte. Era capaz de llevarse a una mujer de un bar, meterla en su cama y hacerle el amor.
Con esas aventuras su corazón palpitaba más fuerte. Le duraba una semana. A veces, si la experiencia era fuerte, dos. Después su corazón volvía a su ritmo lento habitual. Veía a su mujer, le hacía el amor, pero su corazón no terminaba de arrancar, de romper a sudar.
Al principio su mujer podía poner su corazón a 190 pulsaciones con sólo desnudar un hombro. Pero la costumbre fue deteniendo su corazón. Gracias a Dios el resto de su cuerpo funcionaba perfectamente. Ahora su corazón latía despacio.
No pensaba en dejarla. Ella era la costumbre. El refugio del guerrero. Mientras podía hacer y deshacer, conseguir mujeres. Como aquella mujer que conoció en el metro. Dijo ser azafata. O la guapísima holandesa, la primera que llevo a su cama.
Su mujer llegó a la hora prevista. Él le tenía preparado un buen recibimiento. Cena fuera. Alegría. Atención. El corazón de ella sí que latía fuerte por él. Le amaba. Mucho todavía. Por eso aunque se le presentaran oportunidades, tentaciones, no cedía. Amo a mi marido, no gracias. Y se iba a su habitación a soñar con su marido. O a soñar que lo hacía. Dependía de su fuerza, de la fuerza de su corazón.
Se besaron con pasión. Bienvenida. Te he echado mucho de menos. Sin ti estoy muy solo. No sé qué hacer. Mi corazón te echa de menos. Mi cuerpo te echa de menos. Yo te echo de menos. El corazón de ella volaba. Vio estrellitas en el cielo.
Como todos los días cogió el metro. Era aburrido. Al llegar a casa le esperaba su compañera de piso que llevaba varios días llorando por un amor. Ella no lloraba por amor. Parecía de piedra. La idea de no ir a casa le pareció la mejor. Se paró en una cafetería a hacer tiempo.


Anillos. Para el corazón.

jueves, marzo 19, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN, dos

El aire tenía un sabor especial. Después de tanto tiempo encerrado en un hospital el aire de la calle tenía un sabor fascinante. Comenzaba la primavera. Las flores, los colores, los olores. Había cierta alegría en el ambiente. El buen tiempo. El sol.
Trataba de contagiarse de esa alegría. Después de tanto tiempo durmiendo en un hospital, en el sillón de un hospital le costaba dormir en su cama. Daba vueltas y vueltas. Pensaba en ella. En su nuevo corazón. En que ese ya no era su corazón. En que ese corazón no le quería. En que ella tampoco era ya suya.
Se lo había dicho desde la cama. Tan fuerte era la sensación. Ya no te quiero. Una enfermera salió de la habitación. Es mejor que te vayas. Cuando te recuperes me iré. No te dejaré sola. Y así sucedió. Ella ya estaba en casa. Disfrutando su nuevo corazón. Su distinto corazón.
No sabía bien qué hacer ahora. Sólo quería dormir y no pensar más en posibles complicaciones, en puntos, en zonas de sutura, en arterias. Quería no pensar en ella. Pero dormía en la cama que dormía con ella. Y tenía una lista, junto a la cama, con toda la medicación que ella necesitaba durante un día. Que había necesitado durante tantos años. Ya no. Ahora sería otra medicación. Otro corazón. Otro quién se la diera.
Pensaba y pensaba, sentía latir su propio corazón. Su corazón sí era el de antes. La quería aún. Y le duraría mucho. Ya sabía el proceso. Hasta despegarse de ella pasarían muchos años. Un nuevo corazón no iba a cambiar eso. Seguramente el cambio de su propio corazón tampoco podría cambiarlo.
Pensó en la alegría de ella al salir del hospital. En su sonrisa. Él pensaba en el corazón ajeno que llevaba en el pecho. ¿De quién sería ese corazón? ¿A quién querría? Sintió la muerte de aquella persona. Sobre todo por haberse alegrado de ella. Pese a todo volvió a alegrarse de aquella muerte.
La enfermera salió de la ducha, se secó el cuerpo y el pelo a toda prisa. Quería huir de allí. La cama de un desconocido no es un lugar en el que quisiera estar mucho tiempo. La calle le pareció liberadora. La primavera había llegado. Con la huída, o la primavera, su corazón latía más deprisa.
Medicación, recuerda

miércoles, marzo 18, 2009

BREVE HISTORIA DEL CORAZÓN

La primera vez que tuvo un corazón entre las manos tuvo la sensación de tener un sexo femenino entre las manos. Esa viscosidad, esa sensación de palpitación. También tuvo la sensación de tener una manzana. El color rosáceo. El tamaño similar. La sensación de que podría comérselo a mordiscos.
Había tenido ya muchos entre las manos. Los cogía un momento, los introducía en la solución líquida y después los guardaba. Los reinstalaba después en otros cuerpos, en otras arterias. Cuando los veía volver a latir una mezcla de excitación y felicidad le corría por las piernas.
Los días de trasplante siempre acababa por llamarla. Le contaba los detalles, mínimos pequeños, he cambiado de bisturí, era un corazón pequeño. He tenido que dar menos puntadas. Ha tardado tanto en volver a latir que he estado a punto de ponerme a llorar. Era una mujer tan hermosa.
Entendía perfectamente los resortes de cada latido. De su corazón y de cualquier otro. Le ponía la mano en el pecho, a veces era sólo una excusa, y le contaba lo que iba pasando dentro. O le dibujaba la anatomía perfecta de su corazón. Le decía para lo que servía todo. Cada parte.
¿Con qué parte nos enamoramos? El amor está en el cerebro. Y la besaba la frente. Siempre le hacía esa pregunta y él siempre contestaba lo mismo. Era como un juego. Le preguntaba si la quería, pero sin preguntárselo.
No la quería. Su corazón no latía más deprisa por ella. Sólo encima de ella o debajo de ella. No por ella. Tal vez otras partes fueran más propicias a sus ojos, sus pechos, sus caricias. No su corazón, su cerebro, la parte química del cerebro, la que le decía a quién amar, qué sentir.
La mujer y su nuevo corazón respiraban profundamente. El aire tenía un sabor fascinante. Era aire de hospital. Pronto sería de exterior. Desde hacía unos días sabía que ya no quería a ese hombre que durante tiempo había estado junto a su cama. Sabía que antes sí. Pero ya no. Su corazón ya no le pertenecía.


Entre los pulmones, el corazón

martes, marzo 17, 2009

UNE LOS PUNTOS

A veces tengo la sensación de que voy uniendo los puntos para saber qué, quién eres en realidad, qué piensas, qué te sucede, cómo estás, si se te está pasando o aún te durará mucho.
Voy juntando los puntos, uniendo las pistas como un detective o un niño pequeño que quiere la solución al juego. Junto las frases que dices un día con los gestos de otro y con el silencio de otro y con la mirada de otro.
Hago ese dibujo de ti poco a poco, esa palabra de ayer se une con la de hoy y así sé que estás contenta porque se casa tu hermana y que estás enfadada porque no te gusta tu vestido, que eres feliz ahora pero que lo fuiste mucho más antes.
Es divertido que seas un enigma, que tenga que ir descubriéndote, interpretándote, que nunca haya nada claro contigo. Juego así a vivirte, a comprenderte. Día a día esto cambia. Varía. Nunca es igual. Te quiero porque me quieres. Te quiero porque no me quieres. Te quiero porque me odias.
En realidad lo más seguro es que te quiero porque me tienes siempre alerta, entretenido, buscando la realidad, interpretándola. Como si en realidad fueras un cuadro que se ve de lejos. Y al cambiar de posición parece otra cosa. Y de cerca otra. Y mirada cada figura aislada otra.
No eres la misma y eso me gusta, me encanta. Y me encanta que no digamos nada claro, que nos mantengamos en el limbo. No hacen falta las palabras. Interpretamos lo que decimos. Yo lo que tú dices. Tal vez tú lo que yo digo.
A veces me gustaría que dijeras palabras claras, me duele, estoy hecha un asco, soy tan feliz. Pero así es más divertido y puedo ir por tu espalda, acercarme a tu oído y decirte: qué contenta estás.
Tú me sonríes y dices que sí, que cómo lo he sabido. He juntado los puntos, el siete y el ocho y me ha enseñado tu sonrisa.


Une los puntos

lunes, marzo 16, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, siete

De todas las vidas de Cristina la más abierta es la futura. La más variable, la más incierta, la más divertida porque habrá de vivirla y no sabe qué será y que no será y cómo será y por dónde será y con quien será y qué será será.
Y de entre esa vida futura tenemos la que está porvenir. La que será y no sabemos. La que no conocemos y no podemos conocer y eso es lo mejor que tiene, que no sabemos por dónde saldrá, qué le deparará, si será buena o mala o mejor o peor o todo a la vez. Se le abre ante las narices.
Y tenemos la que será azarosa. No por tortuosa. Sino porque depende del azar. Seguro azar. La vida en un hilo. Cambiante en cualquier segundo. Ante cualquier decisión por mínima y tonta que parezca. Entrar ahora en ese bar o no, entrar más tarde y que esté allí ese hombre que aún no conoces o que ya sí pero que en ese momento, iba a ser allí, cambiara. O al revés entrar y que ese hombre sea y no deba ser y que todo se líe y se pierda. Puro azar. Puro misterio.
También está el futuro que vemos que será. Porque intuimos en cierta forma cómo sopla el aire y por dónde puede venir y por dónde puede estar la felicidad y la realidad y que la felicidad será feliz y también triste y la realidad absurda y real. Y sabemos que habrán de pasar cosas. Que habrá separaciones y uniones, que todo se perderá o que nada cambiará. No decimos nada. Aunque tal vez podríamos.
Y está el que nadie puede ver y que será. El que no es intuible de tan lejano o misterioso que está. El que nadie intuye y que está ahí. Ya vendrá. Sólo hay que esperarlo.
Y sobre todo está el que no será. El que tuvo las papeletas para ser pero que no puede ser ya y que no podrá ser en el futuro. Ese futuro que ha muerto en el presente o incluso en el pasado o incluso que va a morir en un futuro un poco menos futuro. Un futuro que no llegará pero que podría haber llegado y que tal vez sea el deseado, el elegido. Pero no será. Y no hay arreglo. Sólo sonreír. Y esperar. Otro futuro vendrá. Aunque ese hubiera sido, tal vez, tan bonito.
De todas las vidas de Cristina la más abierta es la futura. La próxima. La que no se ve o se ve. La que vendrá. El azar. La sorprendente. De todas las vidas, la más divertida.

Horizonte, futuro

domingo, marzo 15, 2009

ILSA Y RICK

A la puerta del avión Ilsa se dio la vuelta para mirar a Rick. Él duro, fumaba su cigarro, impasible, viéndola irse como quien ve llover. Roto por dentro. Pero dura por fuera. Rocoso e imperturbable como una montaña.
Mirando la pantalla ella lloraba. Ilsa y Rick se despedían otra vez. “Si no subes a ese avión lo lamentarás. Tal vez no ahora. Tal vez no mañana. Pero lo harás durante toda la vida.” Él luego decía la frase “Siempre nos quedará París” la música subía, había un beso. Ella lloraba y lloraba.
El avión partía y Rick se quedaba con su sarcasmo y el gendarme. La vida es dura. Las cosas pasan. Ella lloraba y lloraba como si fuera la primera vez que lo viera, como si fuera la primera mujer que lloraba viendo la escena.
A su lado él pensaba que vaya gilipollas era el tipo ese. Nunca hubiera dejado que ella se fuera. Era guapísima. ¿Cómo la había dejado irse con otro? ¿Eso era querer? No entendía tampoco que ella llorara. Le dijo un par de palabras de consuelo y la besó. Las palabras eran una excusa para besarla. Preparaba el terreno para la noche.
Verdaderamente, seguía pensando, el Rick este era tonto. Dejar a esa mujer. Y con el viejo aquel. Él no dejaría a una mujer en manos de otro ni de coña. Ya podría ser quién fuese. Y una tía buena ni loco. Él se hubiera ido en el avión. O se la hubiera quedado allí con él. Los dos felices.
Luego pensó que si se la hubiera quedado hubiera tenido que casarse con ella. O vivir con ella. Y dejar a las demás. Menudo rollo. Eso no era de hombres. Iba entendiendo más a Rick. Ahora podría dedicarse a todas las demás. Bien visto era un gran plan. Dejar a Ilsa para luego, para el futuro y mientras ser un duro y un infeliz, que eso vendía para las demás. Ese papel le venía bien. Lo aplicaría en el futuro para conseguir mujeres.
Ella se revolvió en el asiento. Sentía pena. Él no la abrazaba. Y lloraba. Tenía él una sonrisa extraña de complacencia, ¿en qué coño estaba pensando? Desde luego el Rick ese era un tío. Y ella era tonta. No hubiera dejado a un tío así ni loca. Un tío duro, fuerte, dueño de un bar, todas las noches de fiesta. Y ella elegante en el casino con esos trajes de fiesta viendo babear a todos los hombres por ella y acostándose con el jefe y el más duro de todos. Sonrió un poco. Pensó que debía buscar un hombre así. Duro y fuerte.
Se miraron con una sonrisa idiota. Se besaron. Eran Ilsa y Rick, sus caras. Nada más que sus caras. Pensaban, ambos, en los besos futuros que darían a otros labios, otros mejores.

Ilsa y Rick, despidiéndose

sábado, marzo 14, 2009

BOCA SECA

“Tienes la boca seca. No me gusta nada besarte cuando tienes la boca seca” me lo repetía siempre, me lo decía después de que sus labios y su lengua hubieran recorrido un ratito, corto, parte de mis dientes, mis labios.
Era porque estaba borracho. Bebía y tenía la boca seca. El whisky tiene esa propiedad en mí. Aún así yo no dejaba de besarla. Ni de beber. A veces se reía al decirlo. Otras lo decía en serio. “Tienes la boca seca. No me beses más.”
No entendía muy bien qué le importaba a ella que tuviera la boca seca si lo importante era besarme, tocar mis labios. También ella estaba borracha cuando lo decía. O enfadada. O las dos cosas. Siempre pensaba que era improbable que a ella le molestara mi sequedad en la boca. Pero no se lo decía. Le mentía en algunas de esas cosas. La quería. Y prefería aguantar un par de cosas antes que perderla.
Cantaba mal las canciones. “¿Qué coño le pasará que ya no sale a bailar?” decía. La frase no era así. “¿Qué coño le pasará que ya no sale a volar?” “Qué inoportuno fue decirte me tengo que mirar” era así. Era mía.
Tenía más defectos. Y yo los veía. Y los ignoraba. Desnuda en la cama sus defectos, más evidentes cuanto estaba más despojada, saltaban a la vista. Y los iba besando con mi boca seca. Eran mis defectos también.
Al final me gustaban más sus defectos que ella misma. Sus pechos imperfectos, más grande el izquierdo, su ceja partida de pequeña, sus caderas anchas. Yo bebía sólo por tener la boca seca y que me dijera que la tenía. Para ver mejor sus defectos.
Me dejó. “No me gusta que me beses con la boca seca” y se fue. El que la besa ahora siempre ha sido un poco baboso. Su boca no debe estar nunca seca. Tal vez no sepa ver sus defectos. Ni amarlos. Ni sus virtudes (se reía, bailaba, miraba muy bien, tenía los ojos preciosos).
No he dejado el whisky. La boca se me sigue secando. Canto yo mal las canciones. La estoy olvidando ¡Asco de vida!

Mi boca, seca

viernes, marzo 13, 2009

ZAPPING

Como estaba triste para escribir pensó en masturbarse. Eso siempre le levantaba la moral. Pero se dio cuenta de que no podía, de que no tenía ideas. Utilizaba, parece ser, el mismo resorte mental para escribir que para fantasear con mujeres.
La tele estaba encendida y daba imágenes aburridas y mujeres hermosas. Todas merecían un comentario, incluso tal vez un poema. Pero no había manera de escribirlo. Estar triste y escribir no es una buena combinación.
En realidad las emociones exaltadas no son buena en ningún caso para comunicarse. Para escribir. No lo hacía cuando estaba muy contento. Ni cuando estaba muy enamorado. Ni cuando empezaba a odiar a su amada. Ni cuando, como ahora, estaba triste.
Los resortes extraños de su mente hacían que lo dicho o lo escrito en esos momentos fuera brillante en alguna cosa pero francamente falso, mentiroso, vacío. Por eso prefería guardarse, calmarse. Y ni siquiera apuntar lo que había pensado.
Hombre templado como era sabía que el enfado, al igual que le pasaba con alegría, el amor, la ansiedad o el temor, le duraría muy poco, sólo tenía que distraerse el tiempo necesario para que esa clama llegase.
Normalmente la buscaba en esos momentos. Ella le calmaba. Así podía estar tranquilo. La miraba. La escuchaba. Y todo estaba bien. No había pena. No había tristeza. La alegría se concentraba. El amor se concentraba. La ansiedad se iba. Todo funcionaba mejor.
Pero como ella no estaba volvió a su mente la idea de masturbarse o de ponerse a escribir. Las ideas se arremolinaban en la cabeza. Eran brillantes como una cinta de regalo. Pero inútiles como una cinta después de abierto el regalo.
Pensó en que la amaba más cuando no estaba. Pensó en que estaba triste. Pensó en que no podía escribir ni fantasear. Pensó en la tele encendida. Se puso a hacer zapping.

Zapping

jueves, marzo 12, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, seis

De todas las vidas de Cristina la más cierta estaba desapareciendo. Era la vida que había vivido, la vida pasada. Su pasado. Día a día se alejaba más consiguiendo así el doble efecto que siempre sucede con el pasado. Se va olvidando. Y va ganando prestigio.
Su pasado, pasado y ya está, ignorado por algunos, recordado por otros, no es nada distinto de otros pasados, de otros presentes, de las repeticiones iguales que se dan en la vida de todos. Por eso no es necesario contarlo. Por eso y porque no lo sabemos. O creemos que no lo sabemos.
Sin embargo hay más pasados en su pasado, como en todos. Tenemos un pasado prestigioso, un pasado que recordamos siempre y tenemos a mano para contar, para hacernos a nosotros mismos mientras lo contamos y somos personajes más que personas. Y somos recreados. Somos como queremos ser. Como quisimos ser.
Esos pasados pequeños, esas historias mínimas, que en el fondo van conformando también lo que somos pese a que parezcan olvidados, se le venían a la boca en momentos incontrolados. Pasar por un sitio. Encontrar un desconocido. La llegada de una fecha. Eso removía el recuerdo. Volvía al olor de la sensación percibida el rastro del pasado vivido.
Y ese pasado pequeño iba desapareciendo igual que el grande. El que quería olvidar y el que no podía recordar se juntaban a veces en un solo e indiscriminado olvido. En un dulce olvido a veces. En un tétrico olvido otras.
Y ese otro pasado prestigioso, pasado grande que no hay que contar porque tantas veces se ha repetido que seguro que ya se sabe, iba cicatrizando también sobre el pequeño. Y se iba olvidando. Y dejando una marca indolora ya casi, que sólo se percibía a veces. Dependiendo muchas veces de si cambiaba el tiempo o si iba a hacer bueno.
Pero como el pasado es prestigioso, se le pegaba esa vida a su nueva vida y se le solapaba y se mezclaba sin querer con la otra. Y a veces sin mezclarse, sólo parecían mezcladas y manchadas ambas de lo mismo. Pero no era así.
De todas las vidas de Cristina la más cierta iba desapareciendo. Era la única realmente cierta. La ya pasada y comprobable. Y la más falsa. La más prestigiada y mentida. La única que podría un día repetirse.
Tiempo, olvidado, pasado, derretido

miércoles, marzo 11, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, cinco

De todas las vidas de Cristina la más veloz se escapa entre la abertura de sus dientes. En cada soplido, en cada respiración, esa vida, pequeña o grande, según el momento, se va fundiendo con el aire que pasa y se va, lejos, lejos como su pensamiento tantas veces.
Entre esos dientes no cabe un dedo. Pero caben dos pulmones grandes e hinchados, vacíos y llenos, según el momento. Entre esos dientes, los dos delanteros, a esos me refiero, caben muchas otras cosas.
Todo lo que puedas beber en una noche. Y una copa más. Todo lo que puedas hablar una noche. Y un ratito más. Todo lo que puedas teorizar en un momento de locura. Y una idea tonta más.
Entre esos dientes cabía un corazón. Pero esa es otra historia. Entre esos dientes caben historias, eso mismo. Muchas historias, que no puedo contar, porque no las sé, porque no soy quién para contarlas, porque no os interesan.
Otras historias sí. Como el día aquel que su cabeza, los dientes no, los dientes se quedaron ahí de tope de la realidad, se transformó en un surtidor de pompas de jabón y luz amarilla y roja y verde y azul. Sucedió de repente. Sólo tuvo un pensamiento “nubes de pegatinas” y su cabeza fue poco a poco diluyéndose en pompas de jabón estiradas y gigantes y en colores brillantes y elásticos.
Entre esos dientes no cabe su lengua. Pero si sigue intentándolo cabrá un día. Y en ese acto de contorsionismo aprenderá toda la flexibilidad del mundo, de la vida.
De todas las vidas de Cristina la más veloz se escapa entre los dientes. No es su lengua aún. Es su palabra tal vez, su aliento tal vez, improbablemente su saliva. Es simplemente su voz.

Dientes separados, intersticios, huecos, aire

martes, marzo 10, 2009

REUNIÓN MARZO '09

Reunión de Creatura en la noche de ayer. Fructífera, intensa y larga, tanto que nos impidió después hacer otras cosas.
Parece que las peticiones van causando efecto y hemos conseguido una bolsa de colaboraciones, tanto que tuvimos que decidir que sí y que no entraba en el fanzine. Inédito.
Un saludo a Noemí que volvió tras su maternidad. Y otro a Tais que no pudo venir por problemas de salud que no tienen que ver con su embarazo.
Acuerdos:
1. Portada del número de Abril, Miguel Brieva, el autor de Dinero. No hay que perdérsela.
2. Para el próximo número portada Largo, Editorial Noemí y contra Leticia.
3. Próxima reunión día 13 de Abril, el 12 día tope para entregar.

Se nos escapó comentar Poesía en los bares IV y el Cuentacuentos de Noemí, pero ya nos acordaremos en el futuro.
Tenemos nuevos patrocinadores lo que nos llena de alegría y de dinero.
Preparamos nuevos proyectos, más fanzines y nuevas reuniones, que al final es lo bueno. Ya sabéis que están abiertas al público en general, más si se invita a unos refrescos. O cervezas. Dependiendo del consumidor.
Tras una dura charla sobre el arte, la poesía y otras cosas sesudas que se escapan a nuestras habituales charlas sobre porno, rock, cerveza y porno, nos despedimos y nos fuimos… a la cama.

Miguel Brieva, portadista de este mes y Andreu, Buenfuente, claro.

lunes, marzo 09, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, cuatro

De todas las vidas de Cristina la más infinita era la de su nariz. Su nariz, intuición pura, compuesta por cartílagos y huesos y trozos de piel y carne servía como todas las narices para oler, vislumbrar y sobre todo para indicar el camino.
Y eran caminos muy variados, muy distintos, eran caminos que quería descubrir y recorrer, caminos que la llamaban y que ella elegía por los dictados de su nariz, era su nariz la que, finalmente, le dictaba el camino.
Su nariz le decía “Cristina, ahora por aquí” “Cristina habríamos de hacer esto” “Cristina debe de haber un camino mejor por allí” “Cristina hemos de descubrir ese lugar” y así Cristina y su nariz se iba haciendo camino.
Y así Cristina y su nariz iban conociendo el mundo, explorándolo, sabiendo que los caminos son infinitos, pero que sólo se puede elegir uno cada vez y ese es el que hay que transitar, no por obligación (sabía que siempre se puede regresar por donde se ha venido) sino por el puro placer de caminarlo, de conocer.
Su nariz obligaba a Cristina a buscar más allá, a intentar conocer, a vivir más y más distinto. Los lugares que la llamaban, la llamaban no a través de sus ojos o de sus oídos, la llamaban a través de su nariz, de su intuición, de lo que creía que necesitaba Cristina en cada momento.
Claro que su nariz también se equivocaba. Y la llevaba por caminos complicados, por caminos difíciles y peligrosos, por sendas peligrosas que no debía haber tomado. Pero el error es la base del aprendizaje. Y así lo repetía su nariz, más que nada como excusa ante su error. Error que no estaba dispuesta a admitir.
Cristina y su nariz recorrían juntas el camino, dictando la senda una, eligiendo si era pertinente la otra, buscando ambas, aquello que creían habían de encontrar un día. Y si no lo hacían al menos lo habrían intentado, habrían buscado.
De todas las vidas de Cristina la más infinita estaba en su nariz. Cartílago, piel y carne. Su hermosa nariz. Su hermosa intuición. Acertada o no.

Nariz, intuición

domingo, marzo 08, 2009

LABIOS

Encima de ella, desnudos los dos en la cama y tapados por el poco de frío que hacía con una ligera manta, Rubén la miraba a los ojos mientras ella le hablaba.
“Lo que más me gusta es morderte los labios. Cuando estoy sola, pensando en ti, lo que me imagino es que te muerdo los labios como lo hago ahora.” Y le mordió, otra vez, los labios.
Encima de ella, desnudos los dos pero él aún con las gafas (no del todo desnudo por tanto, con un rasgo aún de pudor o de distancia, de no querer llegar al final), Rubén miraba sus ojos ahora y oía su voz de ahora y no le recordaba a la que un día fue.
Los dientes de ella tiraban un poquito hacia abajo de los labios de él. Con un poco de fuerza. La suficiente. Él, dócil al fin, quieto al fin, se dejaba hacer, se dejaba morder, devorar el labio inferior, ese mismo del que un día otra mujer más querida y no desnudada dijo que era tan atractivo.
“Tengo que irme” quería irse para siempre, irse y no volver. Aquello le parecía una locura. El marido volvería en poco tiempo. Cualquier día tendrían un disgusto. Se sentía, como siempre, mal por la existencia del marido. No celoso, sino traidor y poco hombre, infame y malvado.
Se vestía pensando en los dientes que tiraban de sus labios hacia abajo. Pensando en la soledad de aquellos dientes mientras él no estuviera. En lo solos que deberían estar porque no debería volver. En lo solos que estarían a partir del día que no volviera.
En la puerta. Antes de abrir y mirar a ambos lados si había o no alguien cerca que pudiera delatar el comportamiento de los dos se besaron. Ella le mordió los labios. Él se abandono a su deseo, a su mordedura. Sería la última. No volvería. Como decía siempre.

Muerdo tus labios, me gusta

sábado, marzo 07, 2009

CONTAR UN CUENTO

Contar un cuento es fácil. Sólo hay que tener una idea y desarrollarla. Pensar por ejemplo en lo que pasaría si un hombre pierde el autobús. ¿Qué le puede pasar? Nos preguntamos al escribir el cuento. Pues puede llegar tarde a trabajar y que le despidan. Y que tenga que ir al parque a dar de comer a las palomas. Y que como no trabaje al final tenga que comerse a las palomas para poder vivir.
Es fácil escribir un cuento pues. Si cuentas con la idea. La idea, alcanzarla o que te guste es más difícil. ¿De dónde salen las ideas? No lo sé. De la cabeza, supongo. Pero también de los ojos. De lo que se ve. ¿Qué hay que ver? Sólo hay que mirar y se puede contar una historia. Ves una mujer anciana que camina con su marido del brazo. Y ya tienes un cuento. Una mujer que se casa con un hombre, pero se enamora de su amigo. Aguanta toda la vida fiel a su marido y cuando se muere es muy viejita y no se atreve a decir nada. Pero el amigo que también ha sido fiel al marido, la saca a pasear todas las tardes, y aunque se quieren mucho nunca se dicen nada, sólo caminan y se cuentan historias y se ríen. Es fácil contar un cuento.
También hay que contar con las palabras. Pero con pocas se puede contar una historia buena. He contado dos en pocas palabras. Supongo que podría contar alguna más. Otra cosa es que sea efectivo, que el cuento haga lo que debe hacer. Y eso depende muchas veces de las palabras. Que las elegidas sean las precisas. Porque no es lo mismo decir tonto que estúpido. Ni decir amara que amase. Aunque lo parezca.
Aún así contar un cuento es fácil.
Hoy no lo he hecho, pese a que es fácil, pero otro día os prometo que lo intentaré.

Escribiendo

viernes, marzo 06, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, tres

De todas las vidas de Cristina la más sonriente era la más infantil. Su vida más tierna y divertida, su vida más antigua y querida, la que la había acompañado siempre, desde siempre y la que todavía la acompañaba.
Gustaba de aparecer como una persona madura, dura, hecha. Parecía, a veces, mayor de lo que era. Más vivida. Y su gesto era duro. Era fuerte. Una mujer dura y fuerte. Puro susto para los hombres.
Pero en su otra mitad habitaba un lado infantil, inmaduro y tierno que no siempre podía esconder, evitar. Coleccionando cachivaches, haciendo posturas tontas en las poses de las fotos, llevando tras de sí un coloreado sonido a cascabeles.
Este lado infantil, tan tierno y jabonoso como una pompa de jabón, trastornaba su mirada sobre la realidad. Cuando, asomada en ese lado, miraba las cosas, todo parecía mejor, más colorido, más bonito. Veía un mundo tornasolado de hermosos colores, como los pétalos de mil flores llovidos sobre el suelo.
La realidad, por eso, a veces le devolvía toda su crudeza, toda su gama de grises, negros, blancos y bellos colores. La realidad le daba duro y fuerte. Más fuerte que a los demás, pues ella la había configurado a su manera y ahora se revolvía contra ella, mostrando dos cosas: la realidad y el error de la mirada.
Y sus ojos se volvían entonces tristes. Y su mirada tardaba un tiempo largo en volver a ser la que era. A tener, a veces, ese matiz infantil. Ese matiz hermoso que volvía las cosas hermosas. Y las palabras tontas y niñas.
De todas las vidas de Cristina la más sonriente era la más infantil. Y de todos sus ojos, los infantiles eran los más brillantes. Y de todas sus palabras las infantiles, cuando las decía, eran las más tontas, las que más tiempo tardaban en entender.

Infantil, tierno

jueves, marzo 05, 2009

ESTA TARDE, 19 HORAS, CENTRO CULTURAL

Noemí, narradora oral, mujer contemporánea, colaboradora de Creatura, realiza hoy uno de sus espectáculos. Ella lo define así:
“La función de hoy se llama "Ríos de Imaginación", elegí este título porque para disfrutar de los cuentos únicamente hace falta estar dispuesto a navegar por las aguas de nuestro paisaje interior y echarle imaginación. La Narración Oral consiste en dimensionar la conversación y hasta convertirla en un hecho escénico-artístico. Esto que parece tan complicado es, para que nos entendamos, lo que hacían los antiguos juglares traído a nuestros tiempos, haciendo de un antiguo arte algo contemporáneo. Es por esto que la función no consiste en una batería de cuentos, uno detrás de otro, sin más, sino que antes de cada historia se conversa con el público. Las historias tampoco están cerradas, sino que crecen en función del público y su respuesta, de ahí que sean tan importantes las miradas y los aplausos, ya que el narrador se nutre de eso para vestir los cuentos. En la función de hoy habrá mucho humor, algo de drama y mucha ternura.”

Será hoy a las 19 en el Salón de Actos del Centro Cultural de Illescas entrada por la plaza del Corralón. Es gratis. Los que ya la hemos visto en acción repetiremos. Y tú si la ves también lo harás. Venid a acompañarnos.


Noemí en acción

miércoles, marzo 04, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, dos

De todas las vidas de Cristina la más tierna era la más oculta. Era su vida escondida, su vida por debajo de todas las vidas que vivía o simulaba vivir.
Esa vida tierna estaba dentro de ella, oculta, enterrada. No la mostraba, no la enseñaba nunca, por ningún motivo. Y estaba oculta sin que ella misma supiera el motivo. Pensaba que era su naturaleza, o su yo aprendido. Pero tal vez no fuera eso.
Tal vez fuera sólo el convencimiento, el conocimiento, de que cada gesto, cada acto tiene un significado. No sólo un significado oculto, sino uno cierto y directo, un significado claro que todos los demás ven y que tú mismo percibes.
Por eso su vida tierna, su vida cercana, y amable, y sensitiva, su vida de roce, de besos, de piel y tacto estaba oculta. Por eso tal vez sus palabras fueran siempre duras y buscasen cierta proporción de ataque que más bien era, como pasa tantas veces, una defensa.
Una defensa de lo que al final va a hacernos daño. Porque todo nos hace daño. Y algunas cosas tanto daño que no podemos contarlo. O no queremos contarlo. Y podemos tal vez controlar el riesgo de sufrir ese daño, defendiéndonos con el ataque. Mostrando nuestra vida áspera.
Esa era la vida tierna de Cristina. Y la vida de los que estaban cerca de ella. Aguantando su defensa. Entendiendo, algunos, la defensa, sabiendo lo que significaban realmente las cosas, las palabras, los gestos (tú sabes cómo te digo, cómo es ese otro lenguaje lateral y subversivo).
De todas las vidas de Cristina la más tierna estaba siempre oculta. Aunque se escapara (o no) en su vida áspera. Y había quién intentaba leer en ella. Y quién a veces creía que lo conseguía. Y quién siempre se quivocaba.

Áspero, ácido, fresco, después, elaborado, tierno

martes, marzo 03, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA

De todas las vidas de Cristina la más documentada era la de las fotografías. Podía seguirse la estela de su vida a través de las fotografías e incluso de la luz del flash disparado cada vez que la cámara apuntaba.
Desde sus primeros momentos a los últimos se veía en ella la voluntad de dejar constancia de su existencia y no sólo de esta sino también de lo que esta existencia había supuesto para ella, para el entorno, para los demás.
Se la veía en fotografías. En todos los momentos. De día. De noche. En lugares probables. En los improbables. Con las compañías preferidas. Con las compañías menos recomendables. En posturas divertidas. En posturas repetidas.
Era también y por supuesto su vida más impúdica. La que mostraba a todos. La que vivía para todos. Y con todos también.
Sus fotografías contaban su historia. A veces esta historia era lo de menos. Lo importante era la voluntad de contar. Y lo que emanaba o expresaba.
La historia era a veces triste y a veces muy alegre. Como todas las historias. Hacía la comunión. Su primer viaje. Quería a sus hermanos. Compartía con amigos. Amaba a su novio. Lloraba, por dentro, la pérdida. Renacía. Volvía a caer. Volvía a levantarse. Lo mismo que todos.
No había nada de nuevo en su historia, nada único, ni siquiera los personajes, que se repetían en otras historias, abrazados en otras fotografías a otras mujeres a otros hombres. Nada original. Nada de nuevo, excepto algunas sensaciones que esas imágenes, pequeños momentos de vida, delataban.
De todas las vidas de Cristina la que contaba su historia más fielmente estaba en las sensaciones que partían de sus fotografías.

Cámara, narrador

lunes, marzo 02, 2009

EL PEZÓN IZQUIERDO DE NATALIA VERBEKE

Resaltaba por encima de la blusa de seda. Me miraba, me llamaba desde esa blusa desde la que señalaba su existencia y me pedía que lo mirase, fijamente, con atención y con tesón. En respuesta a su llamada yo lo miraba con atención y con tesón. Y con algo más, con pasión. Al rato ya fue con amor.
Había caído sin duda enamorado. Y no veía más que la perfección de ese ser que me miraba tan fijamente. Estaba enamorado del pezón izquierdo de Natalia Verbeke. Quién me lo iba a decir a mí que hasta ese momento sólo me había enamorado de mujeres, simples y sencillas mujeres.
Ese pezón era como un ojo que me miraba intensamente, que no me dejaba no mirarlo. Yo percibía que era un ser adorable, que necesitaba mi cariño, mi comprensión, mi compañía. Me veía a mí mismo cuidándolo, mimándolo. Y él hacía lo mismo conmigo. Seríamos una pareja perfecta.
Tenía que ser mío. Y yo tenía que ser suyo. Pero, ¿cómo? Mi amor me hacía confiar, en el amor todo es posible y si nos queríamos de verdad al final acabaríamos por encontrarnos. Y así fue. Un día, por casualidad coincidí con Natalia en una fiesta. Sólo hay seis grados entre las personas. Y eso jugó a mi favor.
Desplegué todo mi repertorio y conseguí que me diera su teléfono, varias sonrisas y algo de cancha. Trabajé como un descosido para acercarme a ella y al final lo conseguí. Me metí en su cama, en su vida y ella en la mía.
Nos casamos en un mayo soleado. Pero esta boda era sólo un mal menor, estar con ella. Conseguí que mi amor y yo estuviéramos siempre juntos.

El resto de Natalia

domingo, marzo 01, 2009

LAS VIDAS DE RUBÉN BRAVO, siete

De todas las vidas de Rubén Bravo la más falsa era la que todos conocían o más conocían. Era la vida que él mismo propalaba, la que se inventaba para sí mismo y así modificar o encauzar lo que los demás sabían o decían o creían saber sobre él.
Hacía actuaciones memorables porque nadie sabía que eran realmente actuaciones, porque él mismo creía, creía que no sabía, que eran verdaderas. El resto, claro, no podía distinguir esa actuación de la realidad que se escondía debajo de todo.
Se inventaba a sí mismo, se creaba y se recreaba cada día. Desde todos los medios de que disponía iba creando una historia de sí mismo, una novela. La escribía día a día de la forma en que podía, donde podía.
Era un escritor de sí mismo, de su propia novela. En sus conversaciones, en sus pasos, en todo había un aire innegable de literatura, de falsedad, de ficción.
Llegó a crear una confusión inextricable entre personaje y persona, entre ficción y realidad. ¿Cuál era el cierto? ¿Cuál estaba contento? ¿Cuál era misántropo? ¿Quién estaba enamorado? ¿Quién no quería nadie?
Alimentaba esa confusión a sabiendas, con el pensamiento puesto en difuminar la realidad, en ser o parecer una cosa que no era ni parecía, en crear un yo inaccesible para nadie, un hombre aislado de la realidad y del mundo.
Nadie podía finalmente conocerle, nadie sabía jamás quién era qué quería, dónde estaba su corazón. Vivía entre medias, en ese territorio grisáceo que hay entre lo falso y lo cierto, donde lo cierto cada vez es más falso y lo falso es cada vez menos creíble.
De todas sus vidas esta era la más falsa. Y era la única que no vivía.

Perspectiva, vida