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lunes, marzo 09, 2009

LAS VIDAS DE CRISTINA, cuatro

De todas las vidas de Cristina la más infinita era la de su nariz. Su nariz, intuición pura, compuesta por cartílagos y huesos y trozos de piel y carne servía como todas las narices para oler, vislumbrar y sobre todo para indicar el camino.
Y eran caminos muy variados, muy distintos, eran caminos que quería descubrir y recorrer, caminos que la llamaban y que ella elegía por los dictados de su nariz, era su nariz la que, finalmente, le dictaba el camino.
Su nariz le decía “Cristina, ahora por aquí” “Cristina habríamos de hacer esto” “Cristina debe de haber un camino mejor por allí” “Cristina hemos de descubrir ese lugar” y así Cristina y su nariz se iba haciendo camino.
Y así Cristina y su nariz iban conociendo el mundo, explorándolo, sabiendo que los caminos son infinitos, pero que sólo se puede elegir uno cada vez y ese es el que hay que transitar, no por obligación (sabía que siempre se puede regresar por donde se ha venido) sino por el puro placer de caminarlo, de conocer.
Su nariz obligaba a Cristina a buscar más allá, a intentar conocer, a vivir más y más distinto. Los lugares que la llamaban, la llamaban no a través de sus ojos o de sus oídos, la llamaban a través de su nariz, de su intuición, de lo que creía que necesitaba Cristina en cada momento.
Claro que su nariz también se equivocaba. Y la llevaba por caminos complicados, por caminos difíciles y peligrosos, por sendas peligrosas que no debía haber tomado. Pero el error es la base del aprendizaje. Y así lo repetía su nariz, más que nada como excusa ante su error. Error que no estaba dispuesta a admitir.
Cristina y su nariz recorrían juntas el camino, dictando la senda una, eligiendo si era pertinente la otra, buscando ambas, aquello que creían habían de encontrar un día. Y si no lo hacían al menos lo habrían intentado, habrían buscado.
De todas las vidas de Cristina la más infinita estaba en su nariz. Cartílago, piel y carne. Su hermosa nariz. Su hermosa intuición. Acertada o no.

Nariz, intuición

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