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jueves, mayo 21, 2009

ESO ERA

No, no eran sus ojos verdes, sus ojos que si mirabas bien parecía que te ibas a caer dentro, que rodabas por ellos como el agua en un lavabo.
No eran sus pechos grandes, como una promesa de tierra prometida, como un recuerdo de que en los cielos hay un Dios que se acuerda de nosotros.
No era su sonrisa dispuesta siempre. Ni su pelo largo y sedoso. Ni sus piernas. Ni su cuerpo. No era nada de su cuerpo. No era nada de ella. Ni siquiera era ella. Tal vez ni siquiera era ella. Ni el conjunto que formaba.
Era lo que no estaba en ella. Lo que no se sabía de ella. Era su historia, lo que faltaba. Lo que no se sabía y que sin duda completaba la vida de aquella mujer. La parte más interesante de aquella mujer.
Era su parte desconocida, su parte por saber, su parte por contar y por ser escuchada y completada así, hecho así el círculo de la narración. Era lo que le había pasado, lo que le había hecho ser así como era. Ser tan triste. Estar tan cerrada. Vivir hacia dentro.
Equivocarse tanto como yo. Odiarse. Ser odiada. Utilizada. Lo que la había herido. O curado. Lo que fuera. Lo que la había dejado a las puertas de esto, de este presente y estos hechos.
Eso era lo importante en ella. Saber por qué sus ojos eran tristes. Por qué no hacía otra cosa. Por qué hacía lo que hacía.
Era su pasado. Su historia. Su verdad. Eso era lo que yo quería de ella. Lo mejor de ella. Eso era, eso era, lo que quería yo de ella.

Mujer triste pensando en su historia

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