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miércoles, julio 01, 2009

ESCRITO EN EL ADN

El otro día salimos todos juntos. No teníamos nada que celebrar. Es sólo que somos un poco borrachines. Y nos fuimos todos a tomar algo. Costumbre tan española como humana y que se practica desde la más tierna infancia, con lo cual va como inscrito en nuestro ADN. Eso y la tortilla de patatas.
Allí estábamos todos, Felipe, Amanda, Lila, el doctor Zoilo, el profe y Germán. Somos unos tipos humanos singulares. Como todos los tipos humanos. Lo que probablemente vendrá a significar que ningún tipo humano es singular. Es igual.
La cosa es que Germán el hombre tuvo suerte. Y una muchacha se fijó en él. Ya sabéis cómo son estas cosas. Yo me fijo en ti. Tú te fijas en mí. Hablamos un poco. Te hago reír. Te vas a tu casa (en mi caso) te vienes a mi coche (en el caso de Germán). Claro que en el caso de Germán suele ser ella la que hace todo el trabajo porque se me corta cuando está con una chica. Y le cuesta hablar.
El caso es que llegó el momento y se fue a su coche tan feliz con la muchacha en cuestión. Allí lo de siempre: besos, caricias, excitaciones, líquidos más o menos viscosos y momentos más o menos ardorosos.
Germán sacó de la cartera su condón, se lo puso. Ella iba ya a adoptar la posición adecuada en torno a aquel trozo de látex cuando sonó el teléfono de Germán. Una mente limpia lo hubiera dejado sonar. O lo hubiera apagado. Pero Germán vio que le llamaba Felipe. “Tenemos un cubo de birra de siete litros. La mitad para ti y la mitad para mí”.
Germán se arrancó el condón. Dejó a la chica más o menos cerca de su casa y se fue a por el cubo de birra. Felipe es un cabrón. Y la birra está escrita con más fuerza que el sexo en el ADN de Germán.


Condón sonriente, todos los condones son felices

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