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viernes, noviembre 20, 2009

DOS MUJERES

Felipe tiene un problema. O mejor dicho varios. Como últimamente está cañón, las mujeres se rinden a sus pies. Y él, pues qué va a hacer, aprovecha y se acuesta con ellas.
El caso es que está dejando su semilla bien esparcida, tanto tanto que se está quedando sin lugares a donde ponerla. Hace poco entró en contacto con una señorita más bien mona. Vamos que estaba bien buena. Y se lo pasó como se lo pasó.
A los dos o tres días conoció a otra. Y estando en racha como está, pues p’alante. Y bien que lo pasaron los dos.
¿Dónde está aquí el problema diréis vosotros, hombres al fin y al cabo? Pues, evidentemente, no hay ningún problema. Salvo, claro, que un día tomando una birra con la segunda de estas se presentó la primera. No por nada. No para montar una escena, sino porque es amiga de la segunda.
Felipe respiró henchido de orgullo, mira tú, me he tirado a las dos. Pero la situación se fue poniendo rara. Porque se pusieron a hablar de un chico que les iba gustando. De lo que habían hecho los últimos días de por qué no se habían visto.
Llegó la incierta hora de irse, y las dos pelearon por quedarse la última con Felipe. ¿Qué pasó? Que las dos se fueron juntas de compras y dejaron allí a Felipe, que total, hay más hombres que longanizas. Eso sí, ambas mandaron un comprometedor y prometedor mensaje a Felipe. Ninguna de las dos quería perder. Felipe, sin embargo, se fue con la camarera. Nunca le ha gustado la presión.

Dos mujeres a la vez, y no estar loco

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