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domingo, noviembre 08, 2009

TOCARSE

Laura mientras tanto seguía con su vida habitual. El gran despacho con flourescentes, los papeles, las charlas con Ana, las salidas con Luis. Su esplendor físico iba consumándose. Iba casi creciendo. Parecía hasta más alta. Era la seguridad en sí misma.
Su pelo, algo más corto, sus ojos grandes, su ropa cada vez más cuidada y acertada, todo, le daba un aire de superioridad infinito. Al lado de Rubén, siempre un poco descuidado, siempre, si no se le advertía, equivocándose en la ropa, tardando mucho en cortarse el pelo, parecían una pareja imposible. Casi como si fueran de dos mundos que no pueden tocarse.
Y así era ya. No se tocaban. Pese a que Rubén no era consciente de ello, Laura sí que lo sabía. Sabía cuando había sido la última vez. Conocía bien a Rubén. Cuando estaba metido en un problema, no problema real, en un problema teórico, en un problema de los que le obligaban a pensar, estar con toda su energía puesta en él, se le olvidaba todo.
Hacía la comida de un modo maquinal, y le salía peor. Pero Laura no le decía nada. Ya sabía que encontraría una respuesta. Aunque ahora no sabía que pregunta se estaba haciendo. Él no solía compartir con ella esa pregunta. Pero muchas veces sí que le contaba el proceso y el final, como había llegado al fin a la solución.
A Laura le asombraba la capacidad de abstracción de Rubén. Y la forma de complicar las cosas más sencillas. Cómo era capaz de hacer de un problema nimio un problema de orden filosófico moral casi indescifrable. Ella no tenía esos problemas. No vivía en un mundo donde hubiera bien y mal. Las cosas simplemente eran y se hacían por que se hacían, no por una razón concreta, sino porque venían así o se deseaban así.
Laura sabía que no debía preguntarle. Que fuera lo que fuera a ella le convenía, porque así podía estar tranquila. Y no tenía que poner excusas. Porque no le apetecía tocar a aquel hombre en ese momento. Porque no sabía si le volvería a apetecer alguna vez.


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