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jueves, enero 27, 2011

A SÍ MISMO

Resulta que la terapeuta tiene ahora un cliente de lo más divertido. Es un tipo que tiene miedo de sí mismo. No de hacerse algo ni nada, sino que a veces, cuando se ve, o cuando ve su sombra o cuando se da cuenta de que sus propios pasos le persiguen por la calle, se pone histérico y tiene que intentar huir o tocar madera o más rápidamente posible.

Lo primero que ha hecho mi querida amiga es comprarle un espejito pequeño, de los que llevan siempre las señoritas femeninas y las alumnas de la ESO para que cuando le pase eso se quede bien con la cara de quien le produce tanto miedo.

La consecuencia es que el otro día se dio de leches a sí mismo, pero al menos ya está perdiendo el miedo a sí mismo, y a sus pasos, y cuando sospecha que alguien le sigue, se da un par de bofetadas y se queda la mar de a gusto.

El problema es que ahora le tiene miedo a Raphael (no si por eso de Yo soy aquel), y eso sí que va a ser difícil de curar. Digan lo que digan los demás.



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