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martes, junio 19, 2012

EN PORTADA: EL DINERO Y LAS COSAS

El precio de la cosas es el que se quiere pagar por ellas. O al menos eso dice la teoría. Si yo quiero pagar 100 euros por un ladrillo de gominola, ese ladrillo de gominola valdrá 100 euros. Aunque realmente su precio no es ese. El ladrillo de gominola vale lo que vale, los 10 céntimos que nos cobran por él en una tienda.


La construcción de una ciudad de las artes y las ciencias tiene un precio. No sabemos cuál podría ser. Porque los precios varían por la demanda. Es el sistema capitalista. Y ese indicó que el precio iba a ser muy alto. Tal vez no esté pagado todavía. Tal vez el precio no termine de pagarse nunca.

Para unos ese precio será excesivo. Pero para el creador del espacio es poco. Es modesto. Es lo necesario. Probablemente sea el menos indicado para juzgar su trabajo. Igual que un padre no es el más apropiado para juzgar a un hijo.

Aún así el padre ha opinado que el precio es modesto. Que podría haber sido mayor. Que la obra es estupenda y merece más y que él mismo la valoro poco, que podía haber pedido mucho más y no lo ha hecho.

Los precios de las cosas depende de lo que se quiera pagar por ellas. El gobierno de Valencia pagó mucho por esa obra. Tal vez demasiado. Y no preguntó a nadie por ello. Claro que eran otros tiempos y a todos nos parecía bien y bonito y que era una gran publicidad para la ciudad. Ahora, la respuesta sería distinta. Porque el precio de las cosas depende.



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