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jueves, mayo 16, 2013

Y EL ÚLTIMO HOMBRE. NÚMERO 1.

Hay muchas formas de contar de contar una historia. Lo que hace buena o mala a una historia, lo que hace buena o mala una narración no es lo contado, porque a estas alturas de la vida ya está todo o casi todo contado. Lo que destaca de una narración es la forma de contarla. Es decir, que no importa tanto el carácter de lo narrado que el de quien lo narra.

Ahí está el quid de la literatura, el cine y de casi todas las artes en general. Más en cómo se cuenta que en lo que se cuenta. Por eso acometer la empresa de narrar una historia es siempre un trabajo complicado. Se puede contar la misma historia de maneras muy distintas.

Y el último hombre comienza cuando ya ha pasado lo fundamental que se pretende contar en el primer número. Y después volvemos al principio para ir dando pequeños saltos temporales hacia delante. Eso provoca pequeñas rupturas de tiempo en las que se ve a todos los protagonistas futuros del cómic antes de que sucediese el hecho que motivará que sus vidas sean contadas.

Es una cuenta atrás que salta de personaje en personaje, hasta centrarse en el último, el que nos dice claramente lo que ha pasado, dando, nunca mejor dicho, el pistoletazo de salida para adentrarnos en la historia.

Este primer capítulo de la narración consigue lo fundamental en toda narración: llamar la atención del lector, llamar a su curiosidad para que siga queriendo saber qué sucederá. A partir de aquí la narración será lineal, sucederá en un tiempo que se va sucediendo, aunque con saltos que buscan lo fundamental de la historia.

Y el último hombre consigue así atraer desde el principio, generando en el lector preguntas y más preguntas que poco a poco se irán contestando. Ahí está la dificultad de toda narración, en salvar la barrera que separa al lector del escritor, al receptor del emisor. Y el último hombre lo consigue desde el principio.  





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