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sábado, junio 22, 2013

GRAFOMANÍA

Es sentir las ganas de contarlo todo. De verlo todo. Pero no de vivirlo. De inventar todo un mundo. De escribir y escribir palabras y palabras. Producir continuamente. Sin importar si es bueno o malo. Sólo decir y decir cosas y cosas, todo el rato, hablando, engañar, crear mentiras que contar. O no mentiras. Opinar sobre temas peregrinos. Sin que nadie lo pida. Por el simple hecho de ver la letra escrita.

Una manía como otra cualquiera. Como la ludopatía que no consiste en en el juego normal de intentar ganar, sino en el placer de jugar por jugar. En la emoción, en las hormanas que suben mientras estás jugando, sin importar el resultado. Así también con las letras, con la escritura. Sin importar lo que se diga. Y en ciertos momento sin importar cómo se diga. Sólo decir y decir.

El placer está en pensar qué se va a escribir, en experimentar la angustia de no saber qué se va a decir. Enfrentarse a la posibilidad de no poder escribir, de no ser capaz de rellenar una hoja en blanco con unas cuantas palabras sobre cualquier tema. Como un vicio cualquiera. Una y otra vez. Sin importar el resultado. Por la emoción esa de ser capaz de hacerlo. Por el subidón de intentarlo.

Y luego llega el bajón. La lectura. Qué mal está hecho todo. Qué malo soy. Soy puro fracaso. Maldito fracaso que no me abandona. Palabras repetidas una y otra vez, como si no hubiera otra, como si todo fuera ya pura mecánica en la escritura, puras vueltas a la misma plaza, al mismo camino, como un obsesivo compulsivo, sin pisar las líneas de las baldosas, sin pisar las palabras nuevas.

El fracaso que no se va. El subidón de un nuevo tema. De no vivir si no es cosas que luego pueden ser escritas. Vivir sólo para mirar, para encontrar cosas que escribir. No querer a nadie, sólo querer las palabras de amor porque son hermosas. Y por eso rodearse de gente a la que se podría amar. A la que se podrían escribir esas palabras.

Escribir hasta la nada. Escribirlo todo. Escribir la vida que no se vive, porque la única que se vive no podría ser contada: una búsqueda estúpida de palabras para todo, una producción continua de palabras para nada. Y llegar a la nada. Más allá del mundo. Allí dónde los adictos llegan y se quedan.





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