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martes, julio 23, 2013

VIAJES NARRATIVOS. VENECIA

Una ciudad hecha de agua, de canales que a la noche oscurecen y se vuelven sueños. De canales que llevan a palacios señoriales. Una ciudad que está siempre en decadencia, que es la decadencia en sí misma, que parece inmensamente triste, pero que lleva dentro la algarabía de un carnaval único, las hazañas del más grande de los seductores.

Venecia, la ciudad de Marco Polo, la ciudad que era la partida de los viajes más maravillosos de la época, que descubrió la seda. La ciudad del lujo que poco a poco se va resquebrajando y que es el escenario de las historias más tristes, de los personajes más perdidos y solos.

Muerte en Venecia, una novela de Thomas Mann y una película de Visconti. Cuenta el fin de una era que es la representación del fin de la juventud, del paso del tiempo que acaba con todas las vidas, con las esperanzas y también con las ciudades. Y Venecia de fondo, siendo un protagonista más que agoniza mientras también lo hace el protagonista de la novela.

Javier Marías hace varios viajes narrativos a Venecia. Varios de sus artículos hablan de sus estancias en la ciudad de los canales. De su impresión de tristeza, de recuerdo y también de alegría por el amor que allí tenía. Residió en la ciudad italiana durante un tiempo. Y por eso no habla de las plazas de los turistas, sino de las pequeñas callejuelas que se abren para los autóctonos. Tristes y alegres callejuelas.

La isla inaudita, una de las pocas novelas de Eduardo Mendoza que no transcurre en Barcelona, una novela que transcurre en Venecia. Su protagonista llega desde una Barcelona luminosa, una Barcelona abierta al mar y al mundo y llega a Venecia, una ciudad turística y sentimental, una ciudad de palacios deshabitados y abandonados que recorre el protagonista. Una ciudad que se hunde y donde una isla se eleva y se baja cada cierto tiempo. Una novela triste, como una ciudad que se hunde.

Un viaje sentimental y triste a una ciudad que ya vivió sus tiempos mejores, los de las conjuras papales y el esplendor de Marco Polo. Una ciudad que vivió el jolgorio y la alegría de las noches de Casanova, saltando de una góndola a una cama y de una cama a otra y a otra. Una ciudad que inventó un carnaval propio. Pero una ciudad que se hunde. Una ciudad con un poso de tristeza que se queda en los lectores, en los espectadores de las obras que la habitan.





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