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martes, septiembre 17, 2013

EL TEATRO Y SU CRISIS

Tras la Guerra Civil, el teatro, como todo el país y sus infraestructuras culturales, va poco a poco reconstruyéndose. Si bien había habido compañías que durante la guerra representaron y hasta estrenaron obras, sobre todo en San Sebastián, capital de la zona Nacional, es tras la guerra cuando la maquinaria teatral vuelve a funcionar.

En los teatros de la capital la actividad vuelve a tomar carrera. Poco a poco se van soslayando las consecuencias de la guerra y su larguísima posguerra (soslayando, no olvidando ni remitiendo) y vuelve a haber un público que demanda entretenimiento.

Junto con el teatro vuelven las revistas culturales, los periódicos con sus suplementos y resurge la actividad editorial con parecidos visos a los de los años anteriores a la contienda. Persiste una burguesía y una aristocracia que espera rellenar su tiempo con entretenimiento.

Con el paso de los años una clase media trabajadora se interesa también por el entretenimiento. La radio, los toros, el fútbol y el teatro son los fudamentales. Los teatros se llenan y los autores con éxito llenan sus bolsillos. Una obra con éxito reporta a su autor muchos beneficios.

Los autores se dedican en exclusiva al teatro. Mihura, Tono, López Rubio o Neville apartan sus otros trabajos en favor del teatral. Hay que trabajar menos y se gana mucho más. Si hay suerte la obra se adapta al cine. Es mucho dinero por pocas páginas. Poco trabajo comparado con lo que hay que hacer para rellenar una revista o escribir y vender una novela.

Con el nacimiento de la televisión, los autores ganan una fuente de ingresos. Los primeros años del medio permiten a los autores teatrales llevar sus obras a la televisión. Incluso escribir guiones exclusivos, como los de Al filo de lo imposible.

Pero poco a poco la televisión con toda su capacidad de entretenimiento va ganando la batalla. Cada vez existen más diversiones. Más posibilidades para un público que es cada vez mayor en número. El teatro, sin embargo, languidece frente a la televisión, el cine y los espectáculos deportivos. Mantiene un atractivo cultural, un asomo de medio prestigioso que no tienen el cine y la televisión. Pero sus autores son cada vez menos, menos conocidos, menos exitosos, menos prestigiosos.

Y llegamos al momento actual, con autores prácticamente desconocidos, con la mayor parte de las obras siendo reposiciones u obras adaptadas de otros idiomas, con un sector editorial inexistente para los autores dramáticos y con un precio cada vez mayor en las entradas que ahuyenta a un público cada vez más ajeno al medio. La crisis del teatro es permanente, pero se hace mayor cada vez. El género siempre ha sobrevivido. Esperemos que siga consiguiéndolo.



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