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domingo, septiembre 22, 2013

VIAJES NARRATIVOS: OTRA BARCELONA

Barcelona es la ciudad española del glamour, de lo chic y de la modernidad. Los turistas, los visitantes, alaban de ella lo moderna que es, la cualidad de sus edificios para insertarse en un paisaje urbano, el estado a la última de sus habitantes. Se respira en ella una suerte de avance, una suerte de estar más allá del tiempo.

Pero hay otra Barcelona que no da la cara en las imágenes turísticas, pero que se puede visitar en las narraciones que tienen a la capital catalana como escenario. Es la Barcelona de las novelas de Eduardo Mendoza, la Barcelona de Makinavaja, la de Pepe Carvalho.

Quizá el narrador que más ha mostrado la Barcelona de los suburbios, de las tascas aceitosas, la Barcelona que tiene acento andaluz y murciano y extremeño, que tiene una mezcla de puerto de mar y de barrio chino de los antiguos (barrios de luces rojas y tabernas cochambrosas donde los marineros y los visitantes podían traficar con la ley y transgredirla o encontrar lo que quisieran buscar).

Muchas novelas de Mendoza se introducen en esa Barcelona, la alejada de Pedralbes y la carretera de Sarrià, la que se expande hacia Hospitalet y los pueblos del Llobregat. Gurb, en la búsqueda de su desaparecido compañero recorre toda la ciudad. Y aunque muestra preferencia por Cerdanyola y los barrios ricos, acaba siempre en los barrios más truculentos, en las tascas donde hay refritos y gentes extrañas. Sin noticas de Gurb es una guía de la ciudad para extraterrestres.

En La Ciudad de los Prodigios asistimos a la creación de la ciudad moderna, y otra vez estamos en la mezcla de esas ciudades, de las clases altas y las bajas que luchan en las calles barcelonesas por abrirse camino, por crear una ciudad que es prodigiosa en sí misma.

Más Barcelona encontramos en la serie de novelas con un protagonista sin nombre que sale de su manicomio para ayudar a la policía a resolver casos extraños. El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras o El misterio de la cripta embrujada, recorren la ciudad por sus entrañas más truculentas, la de los barrios bajos habitados por seres extraños, seres cómicos y ridículos en las entrañas de una ciudad que desprende glamour.

Makinavaja se desarrolla en el mismo ambiente. El barrio chino, el bar pirata es el encuentro de un pequeño grupo de hampones, un grupo de delincuentes y sus cómicas historias. Prostitutas, inmigrantes, ladrones, policías y el olor a las tascas (el mismo olor a aceite refrito que encontramos en Madrid, en Bilbao, en Valencia, en Sevilla) son los protagonistas de esta otra ciudad, de esta otra Barcelona que también existe, que está más allá de la Sagrada Familia, más allá del barrio Gótico y del puerto, más allá de la diagonal y la Gran Vía, más allá de los turistas y la grandilocuencia de la belleza del lugar. Esa otra Barcelona que configura la que vemos, aunque permanezca oculta.




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