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sábado, enero 18, 2014

LOS SECRETOS, CHICOS MALOS QUE PARECÍAN BUENOS

No parecían lo que eran. Con su aspecto de chicos buenos, Los Secretos, Enrique y Álvaro Urquijo, eran en realidad unos canallas. Con su aspecto de ser los yernos que toda suegra querría, sus pantalones vaqueros tan correctos, sus camisas planchadas, su música bien escrita y bien tocada, escondían sin embargo un canalla dentro.

En sus canciones hablan de su vida de perdidos, de su relación con la noche y con la bebida y tal vez con las drogas y como eso influía en su vida, como cambiaba la relación que con las mujeres tenían.

Canciones como Otra tarde, Hoy no, Quiero beber hasta perder el control, Ojos de gata, Colgado o Buena chica, relatan cómo se relacionan con las mujeres, con la vida, con la noche. Su aspecto no era el de los rockeros, el de los chicos malos, pero en realidad lo eran. Como lo es Rubén Pozo o Leiva en España o lo han sido tantos y tantos en América.

La vida de Enrique, fue igual, la de un hombre atormentado, con el aspecto de un hombre normal, de buena familia, un hombre que tenía que ser perfecto, un triunfador, un buen hombre de clase media alta, pero que en realidad estaba tentado por la mala vida, por el alcohol y sus consecuencias, por las drogas. Una mala vida que se reflejaba en sus canciones y acabó con su vida, en un portal, víctima de una sobredosis.

Sus canciones, que suenan a buen pop, a la música que les gusta a todos porque suena bien, están sin embargo llenas de amargura, de problemas, de la incapacidad para reconciliarse con la cotidianeidad y para mantener una relación correcta con el mundo y las mujeres. Unos chicos malos que no lo parecían. Unos canallas encantadores que dejan en sus canciones las huellas de la vida que llevaban y de la que no pudieron llevar.


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