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miércoles, diciembre 17, 2014

EL BIEN A PESAR DE TODO, ADIÓS PEQUEÑA ADIÓS


El bien y el mal, en continua y supuesta lucha, pueden ser fácilmente distinguibles a primera vista, pero la ficción se ocupa en muchas ocasiones de mostrar que esas líneas, que la frontera que separa a ambos no es tan clara, no se puede separar.

Si, para hacer el bien, para cambiar las cosas, Batman tiene que ser el caballero oscuro, el hombre malvado que pierde el control y que en su exceso se cree por encima de las leyes, supone que tiene que usar el mal para hacer el bien. Esa es una continua pelea del héroe, la del hacer el bien desde fuera de la ley, saltándose leyes y procedimientos, usando los mismos métodos que los malvados, convirtiéndose en ellos para conseguir sin embargo el propósito contrario.

En Adiós pequeña, adiós tenemos el caso contrario. Un hombre simple que trabajando al margen de la ley, incluso tomándose la justicia por su mano, ve que la ley es insustituible, que nada existe por encima de la ley, sobre todo de la ley natural, de aquella que marca al hombre desde su mismo nacimiento.

Puesto en la tesitura de hacer lo mejor, de que la situación acabe de la forma feliz y hasta deseada por el espectador, el protagonista elige lo correcto, elige el bien absoluto, la ley natural de que la familia es lo adecuado, la ley que conoce de toda la vida.

El resultado es el que el espectador esperaba, nada cambia, todo sigue igual que al principio y el otro final, el de elegir soslayar la ley hubiera sido mejor. Pero el protagonista, apoyado en su ley, afronta con estoicismo su elección, la que ha hecho perder la vida a hombres buenos, la que le ha costado su amor y su vida. Como un caballero blanco, reverso del oscuro que hace el bien ocultado desde el mal, ha hecho el bien, sin mirar las consecuencias. Simplemente porque es lo correcto.



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