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jueves, febrero 26, 2015

RIMBAUD, UNA VIDA A TODO RITMO

Hay autores que pasan por la literatura como un fulgor temporal y luego la abandonan, dejando ahí su obra, pero olvidando su antigua labor, dejando a un lado su trabajo como literatos, sin más, como muchas otras cosas que hicieron durante su trayectoria.

A ese tipo de autores pertenece por ejemplo Jaime Gil de Biedma. El poeta barcelonés decidió que su hora en la poesía ya había pasado, que su obra estaba completa y que ya no debía escribir más. Por eso dejó de escribir y dejó su obra completa mucho antes de morir.

A ese mismo tipo pertenece Rimbaud. Hombre con ansias de libertad, Rimbaud desde muy joven mostró una gran inquietud, protagonizando fugas de casa y huyendo siempre del control y de la rigidez de la familia y el sistema decimonónico francés.

En París decide optar por la poesía. Entre en importantes círculos modernistas, donde se relaciona con las más importantes poetas de la época, como Paul Verlaine. A Verlaine le uniría una relación romántica. Verlaine, casado y mayor que Rimbaud, llegó a ser condenado y a pasar un tiempo en la cárcel por esa relación.

Esa relación dejó, para el bien de la literatura, un gran rastro en la obra de ambos poetas, con poemas que describen su relación amorosa, con esa felicidad y esa tragedia que el amor sabe aportar a las vidas y a las obras de los autores.

Después de un tiempo, de publicar algunas obras, Rimbaud desapareció. Harto de su vida de aventuras optó después por una vida aburrida y sedentaria, de la que también se aburrió. Viajó por Asia y por África, donde se estableció como traficante de armas hasta que una enfermedad acabó primero con una de sus piernas y después con su vida. Había vivido 37 años, pero fueron tan intensos que dieron para muchas vidas.

Rimbaud, uno de esos poetas malditos franceses de finales del siglo XIX, vivió a todo ritmo, agotando cada una de las etapas, agotando también las fases y las vidas que iba viviendo: poeta, homosexual, traficante, oficinista, aventurero, mujeriego. Todas sus vidas fueron brillantes e intensas. Casi más que su poesía. 



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